"Hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un salvador, el Mesías, el Señor. Y aquí tenéis una señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre" (Lc 2, 11-12).
La señal de Dios es la sencillez, la señal de Dios es que Él
se hace hombre por nosotros, éste es su modo de reinar. Dios se hace niño
inerme y necesitado de nuestra ayuda. Pide nuestro amor, por eso se hace niño.
Un amor a través del cual aprendemos a entrar en sus sentimientos, en su
pensamiento y en su voluntad: aprendemos a vivir con Él y a practicar también
con Él la humildad de la renuncia que es parte esencial del amor. Dios se ha
hecho niño para que nosotros podamos comprenderlo, acogerlo y amarlo.
Dios no es ya desconocido y lejano, El Señor está presente.
Dios es realmente un “Dios con nosotros”, Él ha entrado en el mundo y es quien
está a nuestro lado.
¡Dios
se nos da a sí mismo! Esta es la gran noticia, hagamos que este mensaje haga
mella en nuestro corazón, y no olvidemos el verdadero regalo de la Navidad:
darnos mutuamente algo de nosotros mismos, abrir nuestro tiempo a Dios.
Pidamos en estos días al Señor la gracia de mirar el pesebre
con la sencillez de los pastores para recibir así la alegría que ellos
experimentaron, la humildad y la fe con la que San José miró al niño que María
había concebido del Espíritu Santo, y el amor con que María lo contempló.
¡Feliz Navidad!
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