domingo, 1 de diciembre de 2019

Adviento, al encuentro del que viene

El Adviento es el comienzo del Año Litúrgico, empieza el domingo más próximo al 30 de noviembre y termina el 24 de diciembre. Son los cuatro domingos anteriores a la Navidad y forma una unidad con la Navidad y la Epifanía.

El término "Adviento" viene del latín adventus, que significa venida, llegada. El color usado en la liturgia de la Iglesia durante este tiempo es el morado. Con el Adviento comienza un nuevo año litúrgico en la Iglesia.

El sentido del Adviento es avivar en los creyentes la espera del Señor.

Se puede hablar de dos partes del Adviento:

Primera Parte

Desde el primer domingo al día 16 de diciembre, con marcado carácter escatológico, mirando a la venida del Señor al final de los tiempos;

Segunda Parte

Desde el 17 de diciembre al 24 de diciembre, es la llamada "Semana Santa" de la Navidad, y se orienta a preparar más explícitamente la venida de Jesucristo en las historia, la Navidad.

Las lecturas bíblicas de este tiempo de Adviento están tomadas sobre todo del profeta Isaías (primera lectura), también se recogen los pasajes más proféticos del Antiguo Testamento señalando la llegada del Mesías. Isaías, Juan Bautista y María de Nazaret son los modelos de creyentes que la Iglesias ofrece a los fieles para preparar la venida del Señor Jesús.


Carta de nuestro obispo Gerardo para este primer domingo de adviento

En este mundo en el que todos estamos tan ocupados y el tiempo corre tan deprisa, de nuevo, llegó el tiempo de Adviento.

Cada uno sabe los advientos que ha vivido en su vida y cada uno conoce lo que han significado los demás advientos para él. No queremos que este Adviento sea uno más de los que pasan sin pena ni gloria. Queremos que este Adviento sea realmente lo que siempre debió ser para nosotros, los cristianos, que sea realmente encuentro. Encuentro mío con el Señor que está llegando y nos busca y nos llama a que le hagamos presente en nuestra vida cotidiana.

El Adviento debe ser encuentro de cada uno de nosotros con el Señor que viene a nosotros para ofrecernos su salvación. Por eso, en el Adviento, Él es el protagonista, como un Dios que quiere acercarse a los hombres, que nos ofrece un nuevo modo de vivir, una salvación plena y la esperanza divina que se hace humana, pero cada uno de nosotros somos coprotagonistas, porque este tiempo litúrgico nos prepara para el encuentro con Él, que viene.

El Adviento pide de nosotros que seamos personas llenas de esperanza, apasionados por encontrarnos con el Señor que se nos ofrece como salvación. Nos pide que le sigamos como personas que creen que Cristo, el Salvador, que quiere ser compañero de camino nuestro, que comparte todo lo nuestro menos el pecado y que da sentido a todo nuestro esfuerzo y nuestra entrega por ser fieles al nuevo modo de vivir que Él nos ofrece como ideal y meta concreta.
El Adviento pide de nosotros que seamos personas llenas de
esperanza, apasionados por encontrarnos con el Señor que se nos ofrece como salvación

El Adviento es ese tiempo litúrgico para darnos cuenta y estar convencidos de que el Señor sigue viniendo a nuestra vida y nos llama a que la transformemos según su modelo, que es el Dios cercano que sigue creyendo en nosotros, y cuenta con nosotros, y ha querido necesitarnos para poder salvarnos y que otros se salven con nosotros.

Adviento es tener fe en un Dios que nos ama a fondo perdido y por eso se encarna, que con su amor da sentido a nuestra vida, a nuestras fatigas y sufrimientos, a nuestras alegrías y gozos, que nos invita a preparar nuestra vida para acogerlo, para dejar que entre en nuestra vida y nos transforme según el modelo que Él viene a ofrecernos.
Adviento es tener fe en un Dios que nos ama a fondo perdido y, por eso, se encarna, que con su amor da sentido a nuestra vida, a nuestras fatigas y sufrimientos, a nuestras alegrías y gozos, que nos invita a preparar nuestra vida para acogerlo

Adviento es Él y somos nosotros. Él, porque es el que viene a nosotros y nosotros porque nos preparamos para el encuentro con Él, para aceptarle en nuestra existencia de cada día, para dejar que entre en nuestra vida y nos haga de verdad sus seguidores y discípulos.

No dejemos pasar este Adviento como uno más en nuestra de vida en la que tal vez hemos tenido tantos que han pasado bastante desapercibidos.


Preparemos nuestro corazón y pensemos lo que debemos preparar en nosotros, las actitudes que hemos de dejar y las otras que Él nos ofrece y que debemos asumir en nosotros para que, por medio de la preparación de su venida, se produzca en nosotros el encuentro real con nuestro Dios cercano, que se preocupa de nosotros y que tanto nos ama, que no ha tenido a mal hacerse uno de nosotros en todo menos en el pecado.




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