Jesús, después se alejó de ellos, más o menos a la distancia de un tiro de piedra, y puesto de rodillas, oraba: «Padre, si quieres, aleja de mí este cáliz. Pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya». Entonces se le apareció un ángel del cielo que lo reconfortaba. En medio de la angustia, él oraba más intensamente, y su sudor era como gotas de sangre que corrían hasta el suelo. (Lc.22, 41-44).
Niño Jesús Carpintero (Hermandad de Jesús en el Descendimiento y María Stma. de la Esperanza) |
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Ntra. Sra. de la Esperanza (Hermandad de Jesús en el Descendimiento y María Stma. de la Esperanza) |
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